Sir Peter, Sir Dark

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Una boa de plumas negras y dos horas de elegante rock gótico pusieron fin al Retrospective Tour, que se encargó de revelar al verdadero caballero de la noche en su primera visita al país. Por Daniela Pérez G.

La calle San Diego parece la pasarela del más oscuro desfile de modas, en el que los amantes de la noche están en su salsa. Pelos engominados, caras maquilladas blancas, labios rojos, trajes negros de encaje y una competencia por quién tiene los bototos con más terraplén es lo que se puede ver a la entrada del Teatro Caupolicán una hora antes del show de Peter Murphy. Entremedio, varios tipos que con más de cuarenta años en el cuerpo vinieron a revivir su época dorada del post punk rock de los años ‘80.
Los fanáticos se encuentran a la entrada, se saludan, se fuman un cigarro y comentan lo ansiosos que están porque el primer show en Chile del “padrino” del rock gótico empiece. Se nota que hay muchas ganas de ver a Peter Murphy, pero aquí no existe descontrol, todo fluye bien en cada una de las puertas. La boletería funciona a toda máquina, gracias a todos esos seguidores que decidieron esperar hasta este mismo día para comprar su ticket. Adentro del teatro no importa si afuera ya está oscuro, porque acá eso ya sucedió hace rato.
Con absoluta puntualidad, como buen inglés que es, el divo de la noche aparece frente a un Caupolicán a medio llenar y completamente vestido de negro. El ex Bauhaus se sube al escenario y comienza a pagar la deuda pendiente que tiene con Chile hace años.
Su tétrica voz suena por los parlantes y su desplante despierta los primeros gritos. Basta con escuchar las primeras estrofas para darse cuenta de que los años pasan en vano en la voz de Murphy. Tan sombrío como desde los inicios de Bauhaus, el inglés sigue cantando como siempre.
“Burning from the inside” resulta el primer clímax de la jornada, cuando se sube arriba de una escalera al cielo montada al fondo del escenario, desde donde comienza a desenvolver su manejo escénico. Unos pocos destellos de luz iluminan la absoluta oscuridad del Teatro Caupolicán y cada vez que se ve la cara de Murphy sus poses de vampiro vuelven locos a los asistentes.
Los 51 años del inglés parecen no importar; es más, ni siquiera se notan. Pero le jugarán una mala pasada. En el comienzo de “Huuvola”, la gente se mantiene en absoluto silencio esperando a ver cuál será la nueva pose arriba de la escalera. Pero los ocho metros de fierro lo complican y los músicos siguen las instrucciones del cantante que grita que paren, que está atrapado y que así no puede seguir. Los fanáticos lo aman aún más y desde ese momento comienza una complicidad que incluso permite que una chica se suba al escenario a declararle su amor a Murphy.
El segundo clímax del show les para los pelos a todos. El divo gótico canta un cover de “Transmission”, de Joy Division, y después, con guitarra en mano, se sienta y hace a todos corear el himno“Strange kind of love”. Y por si eso no bastara, une la balada con los murciélagos y la muerte de “Bela Lugosi's dead”, la canción más famosa de Bauhaus.
El dramático teatro de Murphy en el escenario no para. Tira pétalos de rosa al público, se besa con el guitarrista y deja que los fanáticos, que pagaron para estar a centímetros de él, lo besen y toquen constantemente. Eso, además de los bailes espasmódicos que lo caracterizan.
Una hora y media después del primer grito viene el bis y lo mejor de la noche. La platea parece caerse sobre el escenario y los fanáticos terminan de dejar sus gargantas en el Teatro, mientras un hiperventilado Murphy canta una electrizante versión de “Lust for Life”, de Iggy Pop.
¿FIN? No, los fanáticos piden y piden más. Y no se quedan con las ganas. El inglés vuelve con un segundo bis y la promesa de que, después de asombrarse con la reacción de sus seguidores chilenos, volverá a Chile con su próximo disco. Porque Murphy sabe que le queda cuerda, voz y escalofríos para rato.

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